En la película Yo, Robot (2004), protagonizada por Will Smith, hay una escena particularmente reveladora para el mundo del management actual. El detective Spooner se enfrenta a un holograma del Dr. Lanning, diseñado para ofrecer respuestas limitadas. Sin embargo, es sólo cuando Spooner formula "la pregunta correcta" que obtiene información sustancial. Esta interacción, más allá del contexto de ciencia ficción, ilustra una realidad contemporánea: las tecnologías, incluida la Inteligencia Artificial (IA), requieren una guía humana inteligente para generar verdadero valor y esto se hace relevante en la era de la IA en la gerencia de las organizaciones.
Gerenciar desde el interés, no desde la certidumbre
El pensamiento sistémico y la teoría de la complejidad nos enseñan que no existen respuestas definitivas; solo, mejores preguntas. Esta premisa se vuelve especialmente relevante en contextos de alta incertidumbre, donde la IA, si bien potente, no sustituye la intuición, el juicio contextual ni la capacidad interpretativa humana. En la película, el detective no obtiene respuestas significativas hasta que cambia el marco de su indagación. Del mismo modo, en la gestión contemporánea, quienes preguntan desde la rigidez obtienen datos. Quienes lo hacen desde la apertura y la adaptabilidad cultural acceden a conocimiento profundo y pertinente.
La escena del holograma nos recuerda que, en un entorno tecnológico dominado por algoritmos, la ventaja competitiva no está en tener respuestas rápidas, sino en formular preguntas que revelen lo invisible. Hoy en día, la inteligencia artificial puede analizar datos, identificar tendencias y predecir comportamientos. Sin embargo, sigue siendo una tecnología reactiva, dependiente del marco de consulta. Es la mirada humana, enraizada en su cultura organizacional y en su sensibilidad ética, la que otorga sentido y dirección a estos insumos tecnológicos.
Una pedagogía de la pregunta
Este aprendizaje trasciende el análisis cinematográfico para convertirse en un imperativo formativo. En los procesos educativos y de investigación, se vuelve urgente reorientar el foco: no se trata de enseñar respuestas estáticas, sino de fomentar la capacidad de preguntar con intención, ética y pensamiento crítico. Por ejemplo, en lugar de centrarse en “¿cuál fue la estrategia?”, preguntarse: “¿Cuáles eran las premisas no cuestionadas que llevaron a esta decisión?”, “¿Qué supuestos se dieron por ciertos sin validar?”. De esta manera, se estimula una lectura más profunda y reflexiva de los contextos complejos.
La escena de Yo, Robot, en la que el holograma responde: “Esa, detective, es la pregunta correcta”, no solo sintetiza la trama de la película, sino que encierra una lección vital para la gerencia contemporánea. La formación de líderes capaces de interactuar con la IA no puede centrarse únicamente en herramientas técnicas. Debe priorizar el desarrollo de una competencia mucho más profunda: la formulación de preguntas correctas.
Preguntar es hoy una competencia crítica, un acto de liderazgo, y una práctica de resistencia cultural frente a la automatización acrítica. Es, en definitiva, el código humano que aún no puede ser replicado por ninguna máquina.
La pregunta correcta puede hacer la diferencia entre un algoritmo más y una decisión transformadora.
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