El general estadounidense Douglas MacArthur, ampliamente reconocido -además de fumar de su icónica pipa en forma de mazorca- por dirigir la ocupación de Japón (1945-1951) tras la Segunda Guerra Mundial, dijo en alguna oportunidad que el mundo está en una permanente conspiración contra los valientes, refiriéndose a lo que a menudo experimentan quienes deben dirigir: un trabajo con dosis de aislamiento y en el que se toman decisiones individuales, lo que obliga a tener coraje, resistencia y una amplia capacidad para compartimentar en un ejército (empresa). “Es la vieja lucha: el rugido de la multitud por un lado y la voz de tu conciencia por el otro", explicaba. Esta tensión es la que siempre enfrentan al final del día los CEO, quienes están inmersos en una estructura donde son propensos a estar en solitario.
En una trilogía de columnas, Daniel López, profesor de liderazgo en el CESA, analiza a profundidad el tema, y ofrece pistas sobre cómo esta sensación de soledad no sólo se puede mitigar, sino las razones por las cuales hacerlo, aunque paradójico -pues la cima es solitaria-, puede ser beneficioso para las empresas y los mismos presidentes ejecutivos.
Daniel López, en su columna del diario La República, plantea que la soledad de los CEOs, aunque poco estudiado, es un fenómeno real y tiene un impacto significativo en el desempeño y bienestar que puedan tener. La creencia de que un líder debe proyectar absoluta seguridad puede ser obsoleta y hasta contraproducente. En lugar de decidir en aislamiento, los CEOs deben crear espacios de debate y apoyo que permitan enriquecer sus decisiones. Replantear el liderazgo implica normalizar la vulnerabilidad, fomentar redes de acompañamiento y reconocer que dudar no es una debilidad, sino parte de una gestión efectiva.
Un segundo análisis permite inferir que la soledad del CEO no es sólo una consecuencia del cargo, sino un problema de diseño organizacional.
En efecto, factores como la falta de pares, el sesgo de autoridad, la confidencialidad y hasta las estructuras de gobierno corporativo débiles refuerzan su aislamiento. La buena noticia, afirma el profesor López, es que la estructura se puede rediseñar. "Si el diseño organizacional moldea el comportamiento, tenemos la responsabilidad de rediseñar estructuras que mitiguen la soledad del poder y fomenten liderazgos más sostenibles".
Superar esa soledad y la presión del rol -explica- requiere abordar tres frentes claves: gobernanza, estructura organizacional y gestión integral del líder.
Las juntas directivas deben ir más allá de la supervisión y ofrecer respaldo estratégico y emocional.
En segundo lugar, los CEOs que equilibran influencia y cercanía fortalecen la cultura organizacional y reducen la distancia jerárquica.
Finalmente, un liderazgo sostenible no puede depender sólo de la resiliencia individual; requiere sistemas de apoyo que equilibren rendimiento y bienestar.
El análisis a profundidad de Daniel López en su primera, segunda y tercera columna en La República.