En la soledad y en los sentimientos de soledad que a veces surgen como consecuencias de ejercer el alto liderazgo y las grandes responsabilidades, ojalá siempre existiera algún espacio para la sensibilidad, la belleza y la virtud.
Desconectar los sentimientos y emociones del mundo racional puede llegar a significar un contrasentido, tanto como el derecho positivo, por un lado, y el derecho natural, por otro.
Justicia, ¿fin en sí mismo?
Para lograr mejor contexto y para aproximar las siguientes líneas, simplifico a Ulpiano y su propuesta de Justicia: “Dar a cada quien lo que le corresponde”. El ejercicio del poder para ejercerlo simplemente, o más bien, tomar decisiones que persiguen justicia y que requieren de la identificación de una finalidad, ¿acaso la justicia un fin en sí mismo?
La respuesta a la pregunta si la justicia es un fin en sí mismo podríamos encontrarla en la Sagrada Biblia, o en libros que orienten masivamente la vida espiritual de las personas. Dios es un dios justo. Dios es la justicia en sí misma. El derecho divino podrá resolver aquello. La teología o las teologías podrán encausar argumentos y llegar a definir situaciones, acaso humanas.
No obstante, la necesidad de justicia que requieren nuestras humanas decisiones, nuestras actuaciones como sociedad, nos exigen aterrizar conceptos espirituales y también religiosos, si es que tenemos aspiraciones a comportamientos más justos, decisiones más justas, definición de controversias de manera pronta y justa.
Con qué se hace justicia
Como sociedad y como personas individualmente consideradas estaremos expuestos a circunstancias de sosiego, pero también de adversidad; expuestos a decisiones correctas y a decisiones incorrectas. Así es la vida.
Basados en el enunciado anónimo de “el fin de la justicia es brindar reposo y seguridad a la sociedad y las personas”, si lo queremos podemos encontrar profundidad en el sentido de sus palabras, profundidad en el orden que lleva cada una de sus palabras.
Cuando el anterior enunciado propone la palabra fin, puede significar la finalidad con que se hace algo o la finalidad por la cual se hace una acción, basados en la RAE, claramente.
Administrar justicia, sí, pero no es suficiente
¿Con qué se hace algo? La frase “con qué hacemos justicia” nos invita a pensar en los medios y puede llegar a ser suficiente la palabra “administrar” para ilustrarlo; y en efecto, las sociedades usualmente tienen medios para administrar justicia. Si esto es suficiente o no, debemos dejarlo al entorno que conforman nuestras sociedades y culturas.
Existe una buena administración de justicia, luego tenemos una convivencia pacífica, no perfecta, pero con tendencia a ser suficiente para la sociedad y sus personas; o más bien todo lo contrario, impera el desorden y los sentimientos casi que de odio en nuestra sociedad.
Y la justicia, ¿para qué?
Nos queda por explorar brevemente el ¿para qué de la justicia? Con esa pregunta puede empezar a parecer insuficiente la palabra “administrar” en el contexto de la justicia. Por esta vía, podemos mencionar que la palabra ‘fin’ tiene mayor profundidad. Administrar justicia está bien, pero no es suficiente.
Las decisiones de la justicia deben ofrecer algo. Su fruto debe notarse en la sociedad y en sus personas. Buenas decisiones desembocan en una mejor convivencia pacífica dentro de la sociedad. Malas decisiones y comportamientos resultan en desasosiego para la sociedad y sus personas.
El reposo podemos identificarlo o asociarlo a la palabra tranquilidad. Una sociedad donde exista tranquilidad equivale a la sana convivencia pacífica.
Una sociedad segura es una sociedad en la que los riesgos equivalen a los que estamos enfrentados en la sana vida comunitaria, donde nuestras familias y seres queridos estamos expuestos a perder nuestra vida y bienes, por lo inherente que le resulta a la vida los riesgos, los riesgos razonables, los riesgos naturales.
No obstante la indeseable violencia, incluso en la forma en que nos comunicamos, violencia en la política, en el trato cotidiano entre ciudadanos, los extremismos, el terrorismo, todos juntos nos arrebatan los mínimos de seguridad en la vida comunitaria que nos debería distinguir como nación colombiana. Nos arrebata la confianza de transitar por nuestros espacios públicos, la confianza del sosiego que debería distinguir a nuestros hogares y a nuestras familias - dos cosas distintas-.
La seguridad y la confianza de la mano para una sociedad, y unas personas donde la justicia esté cumpliendo con su finalidad, el sosiego da la convivencia pacífica.
En este orden de ideas, la finalidad de la justicia tiene mayores facilidades para cumplirse cuando están primero los intereses de la sociedad, sobre los intereses individuales de las personas. Primero los valores que inspiran la nación colombiana, a los intereses de ideologías particulares que desunen. Los valores nos llevan a la necesaria unión. Los antivalores nos conducen a todo lo contrario.
Necesidad de moralidad, religiosidad y espiritualidad
¿Nuestra crisis colombiana es una crisis de justicia o es una crisis de valores morales?
No todo vale. Una sociedad que llama a lo malo, bueno; y llama, a lo bueno, malo, es una sociedad que requiere dosis grandes de moralidad, dosis grandes de religiosidad, dosis grandes de espiritualidad. No me identifico con la autoridad religiosa ejerciendo el poder directamente en el Estado, pero tampoco me identifico con un estado laico que constituye al “laicismo” en otra religión más.
El magnicidio de un aspirante presidencial, los ataques a nuestra fuerza pública -con el extremo horror de prender fuego a personas-; ese profundo dolor patrio nos lleva a pensar que no todo vale.
La restauración de sanos valores morales elemento clave para que algún día podamos decir que en Colombia la “Libertad y el Orden” son una realidad y que la justicia impera porque cumple con su finalidad: “El fin de la justicia es brindar reposo y seguridad a la sociedad y las personas”.
Llevamos más de doscientos años en construcción como nación colombiana. Estamos mejor que hace muchos años. Estamos mejor que algunas generaciones que nos anteceden.
Pero nos falta. Nos falta.