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La expresión oral, una de las tareas pendientes de los centros de escritura

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22 Nov 2019

Por: Javier Murillo, docente investigador CESA

Desde sus inicios, los centros de escritura han tenido la función de apoyar las prácticas académicas formales vinculadas con la lectura y con la escritura de los estudiantes universitarios. Históricamente, son el resultado de la preocupación institucional de que la totalidad de estos estudiantes, o por lo menos la mayoría de ellos, cubran, durante su formación, los vacíos que respecto a escritura formal pudieran tener; con ello se busca evitar que las brechas de formación preexistentes aumenten durante el proceso.

Los primeros de ellos fueron, justamente, auspiciados por las universidades norteamericanas después de que la creciente clase media de mediados del siglo XX aspirara a que sus hijos entraran a formar parte de los procesos de educación y de profesionalización que hasta entonces estaban limitados a las minorías.

De esta manera, conceptos como “nueva alfabetización” “alfabetización académica” o  “escritura a través del currículo” se hicieron corrientes dentro de la educación superior. Estos se refieren a la evidencia de que los estudiantes logran grados de educación media sin satisfacer las necesidades que respecto a comunicación escrita académica tendrá en su formación profesional, por lo que resulta pertinente para las instituciones educativas de nivel superior conseguir que lo hagan.

En la práctica, esto ha significado horas de trabajo y espacios disponibles para asesorías y tutorías en temas diversos como estructuración de macroestructura y manejo de la microestructura textual: puntuación, ortografía, uso de metodologías de citación… Todo lo vinculado con el desarrollo de procesos de escritura académica que van desde resúmenes, reseñas e informes, hasta propuestas argumentativas: ensayos, monografías y trabajos de grado, tanto en los niveles de pregrado como en el de maestría.

Sin embargo, los apoyos de los centros y de los espacios de la llamada alfabetización académica han estado centrados en la escritura, dejando de lado una práctica que resulta muchas veces tan importante en el ámbito académico como escritura: la expresión oral. Esta habilidad, la oralidad en espacios formales, resulta determinante no solo en el ámbito estrictamente académico dentro del salón de clase, sino en el desarrollo de habilidades blandas y, lo que resulta llamativo en la última etapa de la formación terciaria, en el proceso de que los estudiantes se preparen para la práctica laboral.

Sin embargo, se trata de una habilidad poco trabajada por los centros. De entrada, se hace evidente en el nombre de estos; desde su constitución formal durante los años 70 y 80 en Estados Unidos, comenzaron a llamarse Writing Centers, y en español sus nombres han ido desde “clínicas de escritura”, “Laboratorios de escritura o, efectivamente, “centros de escritura”. Con ello se evidencia que el problema que se procura solucionar es exclusivamente el escrito, cuando la necesidad, según evidencias, es más general, y abarca todo lo comunicativo; esto es, no exclusivo de los procesos de escritura.

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En Latinoamérica, los centros de escritura están aglutinados por la Red Latinoamericana de Centros y Programas de Escritura, que aglutina aproximadamente a tres decenas de centros, en Norte, Centro y Suramérica. De todos ellos, solo dos incluyen la palabra “oralidad” en su nombre, y el del CESA es uno de ellos. El Centro DIGA, Centro de apoyo para la lectura, la oralidad y la escritura, ha apoyado las prácticas orales de los estudiantes de Administración de Empresas desde el 2011.

Su trabajo en el apoyo de las prácticas de comunicación oral no solamente se ha mantenido de manera ininterrumpida durante los últimos 9 años, sino que ha permeado los programas y los contenidos de la clase de Comunicación Oral. Es así como el apoyo que se ha brindado a los estudiantes que visitan el Centro para obtener ayuda en diferentes materias del pregrado —cursos íntimamente ligados con su desempeño profesional, dado el carácter práctico del programa de estudios del CESA— ha permitido redefinir no solamente la metodología misma de las ayudas a lo largo de los años, sino replantear los contenidos de académicos de una asignatura pensada justamente para enseñar los rudimentos de la comunicación oral en esta institución.

El desarrollo de los géneros discursivos profesionales, es decir aquellos “[…] que llevan a cabo objetivos específicos de las organizaciones privadas y estatales en las que circulan” (Navarro, 2015: 189 ), establece una clara diferenciación entre el ámbito académico y el no académico o profesional que no puede dejarse pasar en el ámbito universitario. Por el contrario, toda situación laboral debe ser observada como potencial situación de comunicación y de intercambio lingüísticos, en el sentido de que a quien ejerce una profesión se le requiere que “hable” constantemente de su trabajo” (Cassany y López-Ferrero, 2010: 4). Particularmente en el ámbito de los negocios y la administración de empresas, la efectiva comunicación constituye, además, un pilar fundamental que no puede ser soslayado por el ejercicio académico, sino, más bien, que debe ser apoyado por este.

Así, las asesorías ofrecidas desde el centro de apoyo deben reconocer el valor de las prácticas letradas no académicas, particularmente en aquellas directamente vinculadas con el ejercicio profesional de sus egresados. Así, debe asumirse que, si bien la escritura es fundamental dentro de cualquier proceso académico, la formación profesional no termina en las prácticas de lectoescritura, sino que va más allá de ellas; encuentra su proyección en el ejercicio del habla oral formal, que constituye una exposición del futuro profesional en términos de su formación y de su estructura.

La expresión oral, en este sentido, constituye una puesta en escena del proceso sufrido por el estudiante. Este, dentro de las aulas, pasa de ser apenas un aprendiz, a constituirse en una muestra de la experticia que se busca a través de la misión y de la visión institucional: un producto, podría decirse, que está listo para enfrentarse al mercado laboral.

Trabajos referenciados

Cassany, D. y López-Ferrero, C. 2010. Capítulo 12. De la Universidad al mundo laboral: Continuidad y contraste entre las prácticas letradas académicas y profesionales. En G. Parodi (Ed.). Alfabetización académica y profesional en el siglo XXI: leer y escribir desde las disciplinas. Pp. 347-374. Barcelona, España: Planeta Ariel.

Navarro, F. 2016. Introducción. En C. Bazerman, J. Little, L. Bethel, T. Chavkin, D. Fouquette y J. Garufis, Escribir a través del Currículum Una guía de referencia. Pp. 38-45. Córdoba, Argentina: Universidad Nacional de Córdoba.