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La flamante Inteligencia Artificial y sus sombras

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18 Jul 2023

¡“La inteligencia artificial no es inteligente”!

Lo dijo de manera categórica Wayne Holmes, quien lleva varios años trabajando y estudiando los impactos de la inteligencia artificial, tema sobre el cual se viene hablando más que nunca en este momento, luego de un ‘boom’ extraordinario en noviembre pasado por cuenta de la irrupción en el mercado de Chat GPT.

Ese es un punto de partida para la discusión. Una cuestión de semántica que tiene mucho que ver, porque a veces esto abre la puerta a la configuración de mitos en torno a temas específicos.

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Uno de ellos es el ahorro de tiempo. Y Wayne tiene dudas al respecto. “(La AI) Escasamente ahorra un 10 por ciento a cada uno de los maestros. De tal manera que el formulador de política pública, entonces, debiera optar por prescindir de los servicios del 10 por ciento del profesorado para que todos estén trabajando el 100 por ciento en sus actividades”.

También tiene sus reservas sobre la capacidad de la inteligencia artificial para la calificación de exámenes o pruebas en el mundo académico.

Aunque ya viene siendo utilizada y parece ser efectiva detrás de pruebas de selección múltiple, tiene un sesgo cuando se trata de examinar las respuestas a preguntas abiertas. Este hecho, dice Wayne, es uno más que pone a cuestionar sobre el ahorro de tiempo para los profesores.

Los atenuantes sobre los usos de la IA en educación fue el gran tema tratado en el más reciente Encuentro de Docentes CESA, evento que la institución realiza cada año, y que tiene como fin reflexionar y discutir de manera profunda tendencias que están transformando las maneras de enseñar y aprender. Y en este encuentro, el sexto que realiza el CESA, no podía ser de otra manera. En efecto, con una huelga de actores, actrices, guionistas y libretistas contra la IA, claro está que el tema de la IA se ha vuelto un reto de la vida cotidiana, y la que ocurre en las aulas no es la excepción.

Por eso Wayne presidió el encuentro. Y es que el consultor en IA para la UNESCO, autor de varios libros sobre el tema e integrante del laboratorio para el conocimiento del University College de Londres (centro que reúne expertos de distintas disciplinas que estudia cómo los seres humanos se relacionan con la tecnología y los medios) investiga todo lo que permea los ambientes de aprendizaje.

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La ética: transversal

Wayne Holmes cuestionó factores éticos que se ponen en juego con el uso de la inteligencia artificial en educación, supuestamente para favorecer el aprendizaje, pero quizás a un costos alto en invasión de la privacidad.

Y puso como ejemplo un grupo de estudiantes cuyos gestos son registrados con una cámara, que tiene como fin detectar la emocionalidad de los estudiantes, que inciden notablemente en su receptividad y atención para aprender. Como las emociones positivas mejoran el desempeño, tras detectar las negativas se pueden intervenir los casos y ayudar a estudiantes específicos con su aprendizaje.

Aunque suena bien -dice Wayne- estamos ante un incremento masivo de la violación de la privacidad de las persona y en meternos en lo que están sintiendo.

Por fortuna, la ley de inteligencia artificial de la Unión Europea, que está siendo acordada en este momento, tiene muy en cuenta este punto como sensible sobre el uso inapropiado de la IA.

No es la panacea ni mucho menos hay que satanizarla

Otro campo en el que está por verse sus efectos es el de la cognición espacial.

Hoy nos es familiar la navegación satelital, y su uso parece estar cada vez más extendido. ¿Pero qué pasa cuando fallen los dispositivos sobre los que había recaído algo de dependencia?

Para Holmes, esto no es necesariamente bueno o malo, pero sin duda herramientas tecnológicas como estas están afectando la manera como tenemos consciencia del espacio, y hay que saber sobre este cambio de la mejor manera posible.

El debate no solo da para largo, sino que es probable que en varios contextos sobre los que se pueda aplicar la IA, con la literatura y evidencia que se tiene hasta ahora, este resulte incipiente e insuficiente. Y ello ameritaría una mayor comprensión sobre las maneras y usos de la IA, por lo que tampoco sería justo satanizarla o rotularla como la panacea.