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Nicolás Merizalde

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12 Abr 2018

“No era la droga el problema. Era mi alma destruida para buscarla”, N. Merizalde

“El gran problema de las personas drogadictas es que se creen Superman: que nada les pasa. Pero las adicciones simplemente acaban con quien sea sin ninguna distinción”.

La consideración es de Nicolás Merizalde, quien se reconoce adicto porque “cuando hay una adicción jamás se sale de ella”, y quien tras estar sumergido en el licor y en el mundo de la drogadicción durante casi 11 años y desde que tenía 14 creó Proyecto de Vida, Fundación que asiste a personas que, como él, han llegado al límite de todos los excesos.

Nicolás Merizalde lo tuvo todo. Al tenor de él, “fui un hijo de papi y mami al que nada le negaban”. Mientras que a algunos de sus amigos de su generación los padres de ellos les fijaron reglas y les pusieron un límite de hora para llegar a la casa, a Nicolás nadie le apretó las riendas. Llegaba a cualquier hora porque Henry, el conductor que tenía la familia, “me esperaba hasta la hora que fuera”, recuerda.

Y una noche entre todas las noches de sus 14 abriles creyó tener esa capa de Supermán y consumió cocaína. Con esa curioseada empezó su paseo por el infierno.

Él, que se dice un feminista y le mortifica que cualquier mujer sea violentada, llegó a golpear a su pareja en una de esas delirantes y desenfrenadas noches de rumba solo porque ella le había dicho ‘ahorita no’. Él, que veía tan simple pasar unas cuantas horas tomándose solo unos buenos guaros en un bar de Bogotá un viernes, se levantó dos días después en una finca en el norte de Lima (Perú) viendo cómo un mafioso, con el que 36 horas antes había esnifado unos cuantos gramos en el baño de aquel bar, dirigía el desembarco de droga de una avioneta. Él, que creía que no iba a ser tocado por la maldición de la drogadicción, literalmente fue manoseado por ella. Tuvo que dejarse tocar por el jíbaro que le vendía “el perico” porque no tenía cómo pagarle los $40 mil pesos que le costaba. Nicolás perdió hasta la dignidad.

Tras haber tocado fondo, pues –cuenta- “estuve al borde del suicidio”, sus padres lograron convencerlo de ir a un centro de rehabilitación en Castel Gandolfo (Italia), donde obtuvo pistas para alejarse paulatinamente de ese mundo. Según él, “el problema no era la droga que afectaba mi vida, sino la vida con un alma destruida que había en mí para quererla”.

Hace nueve años Nicolás Merizalde creó la fundación para ayudar a personas a salir del infierno de esas adicciones.

Proyecto de Vida atiende hoy 110 pacientes, 31 de los cuales están hoy de forma permanente. El equipo lo conforman 18 personas que hacen parte de las áreas asistencial y administrativa, y en las que hay psicólogos, psiquiatras y terapeutas en adicciones.

Durante sus años de existencia, la Fundación ha tenido que registrar cómo cada vez más llegan adictos de menos edad. En efecto, hace nueve años, cuando se creó, el promedio de los pacientes era de 32 años. Actualmente, el promedio es de 21 años.

Para Nicolás Merizalde, casado y padre de dos hijos, la razón de ello es básicamente “una ausencia de hogar”, no entendida como la conformación de una familia con papá, mamá y hermanos –como fue su caso-, sino más bien con prácticas donde prevalezcan el respeto, los valores, comunicación y principios, componentes que alimentan el espíritu.

Por su experiencia personal pero también por acercarse a la literatura al respecto, tres de cada diez personas que entre los 13 y 18 años consumen algunas sustancias psicoactivas desarrollan adicción.

“La cuestión no es el consumo como tal. Usted puede tomarse unos tragos y no le pasa nada, y tomarse esa misma cantidad de tragos y el mismo licor y pasar a la adicción. La diferencia está en el por qué”, concluye Merizalde, quien estuvo como invitado a Entrevista a Grandes Líderes del CESA.