En uno de los títulos del Manchester City, bajo el mando de Roberto Mancini, un detalle técnico llamó la atención de más de un analista: los goles tras los cobros de esquina parecían no ser fruto del azar.
Tras analizar más de 400 tiros de esquina de distintas ligas y temporadas, el club inglés concluyó que los saques cerrados (aquellos dirigidos hacia el arco) presentaban una efectividad notablemente superior a los abiertos (aquellos que se alejan del arco y se acercan más al punto penal o al borde del área). La decisión de privilegiar esta estrategia en momentos clave derivó en una mejora estadística que, entre otras cosas, terminó en un gol de campeonato.
A simple vista, podría parecer un triunfo de los algoritmos. Pero quienes trabajan en la gestión deportiva -no desde el sofá del hincha, sino desde el escritorio y el vestuario- saben que el dato es apenas el comienzo del debate, no su conclusión.

Como explicó el consultor en innovación deportiva Pablo Sarinelli (foto), cofundador de Football Data Agency, y quien presidió la primera Cátedra de Verano CESA, “los datos forman parte del intercambio de ideas dentro de una organización”. No son verdades reveladas, pero sí insumos indispensables para enriquecer la conversación corporativa.
Los datos: para decidir discusiones
En clubes como Brighton o Brentford, dos referentes globales en la incorporación de analítica avanzada al deporte, esta cultura de decisiones informadas no significa que las métricas gobiernen como camisa de fuerza. Significa que conviven. Y que la intuición, cuando aparece -y ocurre a menudo-, no se sostiene en el vacío sino en procesos.
Porque si algo tienen en común los clubes sanos -no siempre exitosos en la tabla, pero sí sostenibles- es su capacidad para caer en la dirección correcta. Una idea que Sarinelli retoma de Javier Wainer, secretario técnico de Racing Club de Avellaneda, “los procesos tienen que estar para saber en qué dirección ocurre la caída”. Incluso en la derrota, se aprende algo si se dispone de estructura.
En un artículo reciente sobre la toma de decisiones, aparecido en el británico The Economist, Olivier Sibony, consultor en estrategia corporativa y profesor universitario en París, subraya que sea cual sea la forma en que se tome una decisión, algunas reglas son mejor que ninguna. Estas reglas son los procesos.
“Cuando te lavas las manos, no sabes específicamente qué virus o bacteria estás eliminando, pero sabes que es una buena idea”. Esto, para significar que los procesos también hacen que las decisiones importantes sean más higiénicas.
La cancha y la oficina, escenarios de un mismo partido
Las grandes marcas de clubes en el mundo (Real Madrid, Manchester United, el PSG, entre otras) pueden darse el lujo de tener un buen flujo de caja gracias al marketing y otras fuentes de ingresos, muy a pesar de tener malas temporadas.
“El Manchester United se ha mantenido entre los cinco equipos con mayores ingresos -según Deloitte- a pesar de años de resultados decepcionantes. Los clubes se han vuelto más hábiles para generar ingresos fuera del fútbol. Muchos han equipado sus estadios con canchas retráctiles para albergar deportes, desde boxeo hasta fútbol americano, sin dañar el césped”, dice un informe del semanario británico de comienzos de año.
Pero no pasa con todos los clubes. En general el deporte profesional, al menos en el de la alta competencia, ya no puede darse el lujo de separar la cancha de la oficina.
Pretender éxito comercial sin éxito deportivo -y viceversa- es un autoengaño. La consistencia institucional requiere, en palabras de Sarinelli, que la creatividad comercial, la estabilidad en el marketing y la formación académica establezcan una norma que permita navegar tanto los picos como los valles de los resultados deportivos.
Los valores, un asunto de la sostenibilidad en la gestión deportiva
Hay, además, una dimensión menos visible -pero no menos clave- de la gestión deportiva: su relación con la sostenibilidad.
Más allá de los estadios llenos, la gran promesa del deporte debe seguir siendo su capacidad para ofrecer un contexto de crecimiento saludable para las jóvenes promesas del deporte. Tanto para aquellos que acceden a educación de calidad, como para aquellos que enfrentan dificultades, están sumergidos en entornos complejos, y no tienen las mismas posibilidades de formación.
En este sentido, afirmó Sarinelli, el deporte “es guardián de valores como pocas prácticas de alto volumen: el trabajo en equipo, la disciplina, la solidaridad, y el esfuerzo compartido. Valores todos que luego uno tiene que poner en práctica en la vida misma”.
Al final, no se trata de predecir los resultados, sino de diseñar sistemas capaces de resistir la derrota y capitalizar victorias. Como en ese córner cerrado que decidió una liga: no hay garantías, pero sí hay argumentos.