Una democracia sin defensores no se sostiene

Una democracia sin defensores no se sostiene

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En medio de un ambiente enrarecido en el país por cuenta del atentado el fin de semana contra el precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay, se llevó a cabo en la mañana de hoy el foro Empresa y Democracia, organizado por el ICP y el CESA, una conversación sobre lo que está en juego y sobre el papel que debe asumir el sector privado cuando el Estado de Derecho empieza a mostrar grietas.

Lejos de centrarse en el atentado, que en todo caso inquieta porque un acto de esta naturaleza no se veía desde hace años y por el hecho mismo, el foro avanzó a un terreno quizás más complejo: cómo pasar del diagnóstico al compromiso. Qué significa, en términos prácticos, que empresarios, líderes sociales, servidores públicos y ciudadanos de a pie actúen como defensores activos del Estado de Derecho.

“La democracia no es un hecho ni una teoría. Es un proceso frágil tejido por instituciones, sí, pero también por cultura cívica, respeto y voluntad de construcción colectiva”, subrayó Emilia Restrepo, rectora del CESA.

“Todos debemos defender la democracia. Esto no es un asunto sólo de nosotros los jueces de la República”, recordó el presidente de la Corte Constitucional y panelista, el magistrado Jorge Enrique Ibáñez, para quien la indiferencia puede volverse cómplice involuntaria del deterioro institucional.

El sector privado también lo conforman los pequeños negocios

Desmontar la idea de que el sector privado está compuesto únicamente por grandes compañías, y que ello hace parte de una democracia más sana, trascendió como una idea medular del foro. Es imperativo incluir una mirada amplia en la que también caben los pequeños negocios, los emprendedores y quienes, desde la informalidad, hacen parte activa de la economía del país. La tarea, en ese sentido, no es excluir, sino crear condiciones más razonables para que todos puedan insertarse en la formalidad, sin trabas innecesarias propias de la burocracia, por definición ineficiente.

El empresario Carlos Enrique Moreno, también panelista, enumeró varias tareas clave: configurar métodos alternativos de resolución de conflictos, promover narrativas que ofrezcan futuro y esperanza, y formar a las personas más allá de las competencias técnicas. Puso de relieve que no sólo hay que hablar de derechos, sino que también hay que aprender a asumir deberes, y que “al capital humano hay que formarlo para la vida, para la resolución de conflictos y para aprenda a pensar”.

Ser un demócrata es incomodarse

En concepto de los conferencistas, si se quiere defender la democracia hay que incomodarse, salir de zonas de confort y evitar que el miedo paralice.

Esto podría parecer una obviedad, de no ser por el álgido debate que ocurre en Europa por cuenta de lo que implica la inacción.

En efecto, los vecinos de la Rusia de Putin, principalmente los países bálticos, por ejemplo, hoy son más conscientes que nunca sobre no darse la licencia de ser complacientes con su vecino oriental. En Europa “somos quienes más tenemos que ganar con una Rusia amistosa y estable; pero también quienes más tenemos que perder si quienes toman las decisiones se dejan engañar por la ilusoria perspectiva de una distensión con el Kremlin”, dijo recientemente en una columna la ministra de relaciones exterior de Letonia, Baiba Braže.

Para muchos expertos, fue el apaciguamiento en parte de Europa lo que le facilitó a Putin invadir a Ucrania, con todas las consecuencias que ha traído para el mundo, incluidas -por supuesto- los cientos de miles de soldados de ambos bandos caídos en esta guerra.

Por tanto, resulta esencial tomar partido, no necesariamente vincularse a un partido político, y ejercer acción como condición para defender un proyecto de nación.

En defensa de la democracia

Si realmente se quiere que el país avance hay que contrarrestar las narrativas perversas, “y el comienzo son las accionas en nuestro propio metro cuadrado”, explicó el director del ICP, Carlos Chacón. En consecuencia, hay que asumir la decisión de actuar como seres políticos con propósito de país y sentido de colectividad.

También quedó claro que los principios de la democracia liberal y la libertad económica no deben entenderse como conceptos separados. Son, más bien, condiciones interdependientes. Si se quiere un país viable, ambos deben sostenerse y fortalecerse mutuamente.

En el fondo, lo que se planteó fue una especie de llamado a la madurez: dejar de delegar responsabilidades, abandonar el silencio cómodo, y entender que no es momento de cálculos sino de compromisos. Sin épica, pero con claridad. Porque si algo quedó claro en el foro es que no hay escenario democrático que se mantenga vivo sin personas que decidan defenderlo. Más que desde la vehemencia, desde la convicción serena de que vale la pena hacerlo.