Comunicar o fracasar
Durante un estudio sobre el liderazgo integral, que buscaba perfilar los componentes de este atributo de los CEO en el país, comunicar efectivamente ocupó la mayor preocupación para los gerentes después de cómo retener al talento de la organización.
En efecto, al preguntárseles a los CEO consultados qué competencia habrían querido cultivar con anterioridad a su llegada a la cabeza de sus organizaciones, la comunicación efectiva fue la respuesta más común. En otras palabras, se convirtieron en CEO pero eran conscientes de que habían llegado al más alto cargo con algunos lunares en sus formas de comunicar.
Tratándose de los líderes de las empresas, se trata también de los mensajes asociados a la metas, objetivos, estrategia, al rumbo de la empresa. Por tanto, la comunicación es una competencia ligada a resultados de alto impacto.
Factores hay muchos. Hoy ya nadie tiene duda sobre la importancia de la comunicación no verbal y el manejo del cuerpo. Y sin embargo, son persistentes las falencias a la hora de entregar los mensajes adecuados.
La gran realidad es que el 75% de la población siente pánico de hablar en público, explica la fonoaudióloga, consultora de desempeño ante los medios y profesora del CESA, Ivette Hernández Avendaño, citando un estudio de la Universidad de California.
Ese porcentaje sugiere que se sigue desestimando el altísimo valor que tiene la comunicación; en parte, por dar cosas por sentado al comunicar, afirma la profesora Hernández, también directora de la consultora Desempeños Comunicativos DCA.
Entre emitir y trasmitir mensajes hay matices, por lo que no es lo mismo que una comunicación, información o idea hayan sido entendidos bajo los mismos propósitos con los cuales estas se enviaron.
Podría pensarse que alcanzar una buena comunicación se logra con el acceso a guías, tutoriales y hasta memorables charlas TED -incluso al libro Hable como en TED, visto como un gran manual de comunicación efectiva-, para convertirse en un artista de los mensajes desde cero. Sin embargo, no es tan así.
Como pasa con las huellas dactilares, existe también una impronta única y personal que es la identidad comunicativa.
Raúl Díaz Ochoa, también de DCA, sostiene que no se construye un vocero o vocera como un producto desde cero, sino que el reto es trabajar con base en lo que tiene la persona, en su autenticidad, para llevarla al máximo desempeño. Si una deficiente comunicación es detectable, no lo es menos el exceso de histrionismo o las repetitivas fórmulas de manual al intentar hacerlo cuando estas se alejan de la autenticidad.
La identidad comunicativa, como pasa con los documentos de identificación, consiste en restablecer la manera de expresarse de forma natural, disfrutable y auténtica, aspectos que mueven una aguja determinante al comunicar: la conexión.
“El gran reto es tener una habilidad discursiva, una riqueza discursiva suficiente para generar puentes, para generar canales y nexos con distintos tipos de personas”, explica Raúl Díaz.
La conexión está intrínsecamente ligada con la memoria. Y en comunicación, cuando esta resulta efectiva y eficaz, lo que no se olvida es lo que se hace sentir.
Mucho se puede hacer a nivel cerebral para trabajar en la mejora de estas conexiones o puentes.
Según Ivette Hernández, la primera es “aprender a respetar nuestro cerebro”. Ser multitarea y trabajar continuamente con la misma área cerebral, hiperestimula, recarga la mente y la agota.
En segundo lugar, hacer deporte, meditar, recrearse, son actividades que permiten que el cerebro haga debidas y suficientes conexiones neuronales (sinapsis). “Solamente en momentos de descanso es que ocurren esos instantes ¡eureka!, porque ocurren las mayores sinapsis, que dan paso a nuevos conocimientos y a la creatividad”.
“Cuando comunicas bien tus iniciativas, tus proyectos, tus productos, en ese momento generas buen impacto”, concluye.